En 1966, la fundación artistico-religiosa “Van der Leuw” convocó un concurso para la construcción de una iglesia protestante en el parque del instituto “Die Kerk en Wereld”, en el pueblo de Driebergen (Holanda). El jurado estaba compuesto, entre otros, por Jaap Bakema o Gerrit Rietveld, y se presentaron siete jóvenes arquitectos holandeses: P. Blom, G.Boon, H. Hertzberger, J. Jelles, J. Van Stigt, J. Verhoeven y el futuro ganador del concurso, Aldo van Eyck. Aunque su proyecto nunca se llegó a construir, muchas de sus ideas se verían formalizadas más tarde, especialmente en el proyecto para una Iglesia Católica en la Haya (1963-69) o en el Pabellón de exposición al aire libre Sonsbeek, en Arnhem (1965-66).
Van Eyck emplazaba a su edificio en medio de una zona boscosa paralela a dos caminos peatonales, lo cual justificaba su doble entrada y su condición anti simétrica. Ello generaba dos patios cuadrados de acceso en los extremos del eje de circulación que atravesaba en sentido longitudinal un interior de cuatro metros de altura. En la planta se disponían cuatro espacios circulares de 10 y 12 metros de diámetro, separados y desplazados entre sí, a ambos lados del eje de circulación longitudinal. Éste adoptaba la forma de una trayectoria zigzagueante, huyendo de la idea de un único centro y sintetizando la Nave central con la via crucis de la tradición eclesiástica, para transformarse en lo que Van Eyck denominaba de Weg (el sendero). Dichos espacios circulares estaban sutilmente deprimidos respecto del eje, al cual se unían (o separaban) mediante unos escalones. La solución adoptada les permitía actuar de manera independiente u orientarse todos ellos hacia el altar o la pila bautismal (los únicos elementos de carácter religioso de todo el edificio). La versatilidad funcional de cada espacio, las variantes sobre la idea de centralidad, las múltiples visiones diagonales o la complementariedad de las formas eran una prueba de la “gratificante incertidumbre”, de la dualidad como método creativo, a la que van Eyck se refiere en sus numerosos escritos acerca del Método Configurativo, o la Estética de los Números.
Por otro lado, cada uno de estos espacios circulares tenía una cubierta independiente suspendida por encima del forjado gracias a una estrecha tira de ventanas “claristorio”, apoyada en un entramado de jácenas de hormigón armado visto. Ello estaba destinado a provocar un efecto de ingravidez enfatizado por la iluminación de unas claraboyas contrapuestas que marcaban en cubierta un bosque de volúmenes triangulares recubiertos de cobre. La orientación diferente de estas claraboyas y los espacios en el interior junto con sus cubiertas circulares darán al conjunto un efecto dinámico-rotacional que justifica el nombre con el que Van Eyck bautiza su proyecto. La utilización de elementos clásicos de la arquitectura religiosa recolocados en un orden distinto sin ningún tipo de restricción cultural, y la focalización en la individualidad y singularidad de los detalles confieren a la obra de Aldo van Eyck un profundo trasfondo antropológico en el que el hombre moderno, está ante Dios sin olvidarse del mundo en el que vive.
(OHR)
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